Renuncia a la Gobernación

Río Gallegos, 15 de marzo de 1962

A la Honorable Cámara de Diputados de la Provincia de Santa Cruz

Presente

En observancia de la cláusula del art. 103, inc. 13° de la Carta Fundamental hago a V.H., como poder constitucional competente en el caso, destinataria natural de este documento  conteniendo mi decisión expresa e irrevocable de dar término de las funciones de Gobernador Constitucional de la Provincia.

Una trayectoria pública de mas de treinta años – parte de la cual cumplióse en esta bendita y promisoria tierra patagónica – dedicada con indeclinada pasión a la consagración de los ideales políticos abrazados en la adolescencia, cuyos ardores no han logrado amenguar la madurez, culminaron con la postulación partidaria de mi nombre para ocupar la primera magistratura de la Provincia de Santa Cruz, en su nacimiento a la vida autónoma de Estado Federal.

La ejecutoría cívica de que blasono fue orientada por la doctrina auténtica del radicalismo que inspiró Alem, que definió Hipólito Yrigoyen y que el acontecer histórico plasma en principios que fueron banderas el 23 de febrero de 1958, lográndose así esa maravillosa síntesis de filosofía política, con vigencia actual y proyecciones de futuro, que caracteriza un movimiento eminentemente cristiano, nacional y popular, base y razón  de la felicidad del pueblo.

Tocóme así, en ámbito de acción provincial, ser partícipe del punto de partida de un mandato histórico otorgado en momentos cruciales para la nacionalidad tanto por las excepcionales circunstancias en que signó cuanto por las consecuencias que devendrían de su exacto o inexacto cumplimiento.

La esencia de este mandato tenía por objetivo el logro del reencuentro argentino y de la unidad y desarrollo nacionales, seriamente afectados,  a partir del golpe de 1930, causa tremenda de la mayor parte de los males que han retrasado política, social y económicamente a nuestro país.

El patriótico y generoso “ ni vencedores ni vencidos” proclamado y practicado por Urquiza en la misma hora de Caseros fue el lema que salvó a la república cuando las discrepancias políticas debieron resolverse en los cantones revolucionarios.

Los “continuistas “ de  la revolución triunfante de 1955, olvidados de la historia que recoge el martirologio de Dorrego, retacearon o dejaron incumplida esa norma tradicional cuya aplicación era profundamente sentida y querida por el pueblo.

Por eso, la pacificación y el reencuentro, sin odios y sin venganzas, sin  réprobos ni elegidos, fue la bandera que agitó el pueblo el 23 de febrero, y por ende la cláusula esencial del mandato conferido a los ungidos de entonces.

En lo que concierne a Santa cruz, su primer gobierno constitucional que me cupo la honra de presidir hizo cuestión de honor  y de principios asegurar la vigencia absoluta de los derechos y garantías dentro del marco limpio de la ley, superando enconos y errores de los que ninguno hemos estado exentos aún como responsables involuntarios, fuere ello por acción, omisión o indiferencia en procura de la perdida unificación y convivencia de la gran familia provincial.

Esa conducta, de la que enfáticamente nos enorgullecemos los que tuvimos la responsabilidad de la conducción ejecutiva, permitió a la provincia recoger los apetecidos frutos del bienestar general. Pudo verse, así, a todas las personas habilitadas igualitariamente para el desempeño de las funciones y empleos públicos, a las fuerzas económicas desenvolverse libre, activa y eficazmente, a los trabajadores organizarse en sindicatos responsables y fuertes, a los partidos políticos, sin excepciones desarrollar sus actividades al amparo de la libertad mas amplia y al pueblo todo, en suma usar de servicios de previsión y asistenciales competentes, dinámicos, suficientes y bien provistos, de establecimientos de enseñanza, de viviendas construidas o auspiciadas por la acción oficial, de los servicios de agua y energía eléctrica, de organización vial, etc. Todo cuanto significó en síntesis, una importante elevación al nivel general de la población que justicieramente pudo sentir la alegría del diario vivir y disfrutar los bienes que solo proporciona el esfuerzo humano cuando germina en una paz fecunda y constructiva.

Y esa conducta posibilitó también la instrumentación, estructuración y puesta en marcha de todos los organismos de la naciente provincia, que acrecentó su acervo humano con la concurrencia de hombres y mujeres de todas las latitudes argentinas que aquí trajeron sus esperanzas y su esfuerzo.

Los sentimientos cívicos y la particular idiosincracia de mi temperamento sólo justifican mi presencia en el ejercicio de la mas alta representación popular en la provincia para servir con empeño, con denuedo y sin desvíos, las aspiraciones, las negociaciones y los intereses de ese pueblo que con ese designio me otorgó su confianza.

De la forma como interpreté y cumplí el mandato histórico con que fui investido- y sin pretender descargar errores mas que en la recta intención y en la conducta honrada- dan testimonio inatacable dos hechos sustanciales:

1° El intento de interrumpir o cancelar el mandato institucional por el voto de la ciudadanía de Santa Cruz, concretado en los juicios políticos instaurados contra el Gobernador y el Vice-Gobernador, que en el caso del Gobernador, la Justicia ha calificado definitivamente por vía del mas alto Tribunal – instrumentados quizás por esos grupos- que al decir del Exmo. Señor Presidente de la Nación: “Están principalmente en los partidos políticos, constituyendo en su seno minorías activas, que contra el sentir de los dirigentes mayoritarios y de la masa de afiliados, crean focos de perturbación y desorientación.  Pero están también fuera de la actividad política partidaria. Y en este plano constituyen elementos de los que llamé en mi discurso de Paraná  el “comando unificado”, en el que militan personalidades de gravitación en la vida civil, que declarándose apolíticos, no hacen otra cosa que tratar de imponer al gobierno que ejecute la política  que responda a sus propios y únicos intereses.

“Propios y únicos intereses, los que estos señores que son incompatibles con los intereses políticos, culturales, sociales y económicos de la Nación. En su conjunto aspiran a construir una suerte de aristocracia, a la que el destino, según sus propias creencias, le hubiera confiado la suerte de la República.”.

2°  La ostensible e inquebrantable adhesión popular que sin distinción de clases, credos  e ideologías políticas o económicas me llegó, en forma públicamente manifiesta, con caracteres múltiples y constantes, resultando notorio que esa adhesión era, antes que nada, de reverente homenaje a la Constitución y a la Ley  y de la clara aprobación de una conducta de gobierno coherente con lo deseado y sentido por el pueblo. Debo destacar, dentro de esa adhesión general, aquella mas significativa y conmovedora que venía de los mas humildes y pobres de riquezas materiales, cuyas demostraciones de fe, de generosidad, de comprensión y de delicadezas sacudieron las fibras mas intimas de mi espíritu permitiéndome una ratificación de las valoraciones que ya tenía hechas y comprometiendo para siempre mi agradecimiento a ese pueblo de cuyas entrañas vengo y en cuyo seno quiero seguir estando hasta el último hálito vital de mi existencia.

La forzada desconexión práctica con los negocios del Estado durante un año y cinco meses impide informarme con propiedad y urgencia de la situación general y particular de la Administración Pública local, y a tan solo un mes y días de la terminación constitucional de mi mandato no permite que pueda formar planes de acción ejecutables en el breve lapso de unas semanas, por ininterrunpida y consagrada que sea la voluntad de trabajo que siempre me animó. Quede esa patriótica tarea para el nuevo gobierno que se dé el pueblo de la Provincia.

Implica, esto, afirmar que mi actuación como titular del Poder Ejecutivo apenas tendría la significación burocrática y sedentaria de dejar pasar el tiempo hasta la natural expiración del mandato lo que es contrario a la dinámica de mi modo de ser y a lo que el pueblo espera, con razón del ejercicio del Gobierno.

Cuando me opuse tenazmente a la consumación de la destitución que inconstitucionalmente se intentó ponérseme –inconstitucionalmente, sostuve siempre, y ahora lo declara el Exmo. Tribunal de Justicia- y cuando a lo largo de todo el período de tiempo, a partir del intento inconstitucional, accioné todos los recursos legales para acreditar el asentamiento de la ley, la verdad y la justicia que acaban de resplandecer  en todo su fulgor, no estaba defendiendo situaciones, posiciones o ventajas personales. No estaba influenciado por honores, ni por ambiciones incontroladas, ni por la sensualidad del poder, todo cuanto ofende la humildad de mi carácter y es contraria al sentido que tengo – y practico- de la vida, según todo el mundo lo conoce.

Cumplía simplemente un mandato irrenunciable de la Constitución, un imperativo inezcusable de mi conciencia y una obligación con el pueblo que me eligió.

Es a ese pueblo que tanto amo a quien debo ofrecerle la reivindicación lograda porque únicamente a él le pertenece. Pero esa reivindicación  no sería completa no integral si no me sintiera decidido y capaz de abandonar el gran sitial para regresar al seno del pueblo y enarbolar con él las augurales banderas de ese movimiento cristiano, nacional y popular que trascendidas las fórmulas y estructuras partidarias afirma y consolida los postulados y realizaciones de esa revolución incruenta y cívica del 23 de febrero de 1958, transitando los seguros caminos del reencuentro, la unificación y el desarrollo nacionales para mayor gloria y grandeza de la Nación Argentina.

Tampoco sería completa ni integral esa reivindicación que pertenece al pueblo si no hubiéramos sido capaces, como lo fuimos, de resguardar la primacía de la Constitución y el provenir institucional de la Provincia, afectados en sus estructuras sustanciales desatadas para la consecución de objetivos políticos-probablemente con raigambres económico-sociales no confesadas-cuyas miras circunstanciales no habían hecho advertir las consecuencias y derivaciones futuras.

Superados los escollos para afirmación de la verdad, la razón y la justicia y dadas las circunstancias ya expuestas, en que no podría hacer un ejercicio activo de las funciones gubernativas acorde con mi tesitura y cuya posesión no fue, en ningún momento, un fin por sus ventajas u honores, sino un medio para defender y acrecentar el patrimonio del estado y los derechos soberanos del pueblo cuya salvaguarda él mismo me confió. He decidido hacer renuncia a las funciones para que el pueblo me eligió.

En este instante, me siento en el deber de declarar que superados todos los agravios quiero dejar a mi pueblo este mensaje que es de amor, de respeto, de olvido y de perdón recíprocos, dando gracias al Altísimo por la protección que nos ha dispensado a todos.

De tal modo, vengo por la presente a interponer ante V.H. mi renuncia al cargo de Gobernador de la Provincia de Santa cruz, que tuve la honra de asumir en su primer período constitucional, pidiendo que Dios ilumine vuestras decisiones.

Dios guarde a V.H.

 

MARIO C. PARADELO

Gobernador

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