Reasunción

Discurso de asunción de sus funciones de Gobernador, una vez conocido el Dictamen del Tribunal Superior de Justicia.

Al Pueblo de Santa Cruz:

En cumplimientos de categóricas disposiciones constitucionales, como así respaldado en la voluntad del pueblo que me ungió Gobernador de la Provincia, reasumo en plenitud el Gobierno de Santa Cruz para entregar mi esfuerzo, mi celo y mi decisión de cumplir mis objetivos de Mandatario que recoge las aspiraciones y necesidades populares, sin mirar hacia atrás ni dejar que el rencor y el resentimiento puedan salpicar mi hombría.
No reasumo el mando por obra y gracia de una sutileza legal, ya que, como Vélez Sarsfield, creo que los enredos procesales están al margen de la conducta de las personas honestas. Por eso, precisamente, reasumo el poder observando la Constitución, la Ley Fundamental, lo que atañe al sagrado juramento y a mi responsabilidad ante el pueblo. He dejado a un lado las nulidades, tachas, vicios y violaciones procesales; he dejado a un lado la trama urdida en el alcance legal y en el aspecto político; he dejado a un lado las reacciones naturales frente a una infamia que pretende adquirir carácter y atributos de Juicio Político. Sereno, limpio el ánimo y tranquilo el corazón, henchida el alma de nuevas esperanzas, con otros ensueños de trabajo y futuro y muchas vigilias de optimismo y paz, siento apasionadamente la verdad del Radicalismo Intransigente que es aspiración, vértice y diamantina de patria y pueblo.


No retorno al poder de Santa Cruz para atar mi desempeño a ofensas, agravios y sombras. Ninguna de ellas ha podido alcanzar mi altura; ninguna de ellas ha podido perforar el concepto en una vida de sacrificios, luchas, penurias, pero iluminada por la llama de la profunda satisfacción que otorga sentirse solidario con los que trabajan y sufren envueltos en una misma esperanza, ancha y larga, de concretar y realizar un magnífico destino común. Nada se construye con odio; la venganza roe, carcome, amarga y angustia. El olvido posee la virtud excelsa y el aliento sublime del amor, de la bondad, del perdón y del optimismo. Tengo para mi, para la enseñanza maravillosa de la rama que generosamente no conserva las huellas de los frutos que dejó caer. A mis enemigos, el olvido, a mis adversarios, la consideración de siempre; a mis amigos el afecto; a mis colaboradores el reconocimiento; a mis correligionarios, el compromiso permanente de la defensa de ideales y principios; y al pueblo entero de Santa cruz, la vigencia del juramento de estar junto a él, confundido a abrazado, para que esta bendita tierra austral, que es sugestión de poesía e invitación de trabajo entienda su canto de bonanza y de ventura a todos los rumbos de la patria. Ninguna sombra decía y repetía Clemenceau, el viejo luchador de las rebeldías generosas cuyo recuerdo todavía desafía los fuertes vientos de Lavandée – puedo dejar que vuele a mi alrededor. Cierto. No puedo permitir por mi propia estimación por la única herencia que elevo a los míos, por dignidad de Mandatario que invisto, por mi condición de radical y de hombre de pueblo, por mi profesión de auxiliar en el esclarecimiento y la vigencia de la justicia, que una sola sombra vuele a mi alrededor.
Declaro, en consecuencia, solemnemente ante mi pueblo, como ya lo hice ante mi conciencia, que he de esclarecer, levantar, y aplastar uno a uno los cargos que se han arquitectado en mi contra para pedir el Juicio Político y, entonces, el peso abrumador de la justicia ha de aplastar la infamia. Otra vez se cumplirá la profesía de Trejo y Sanabria : “ después de las tinieblas la luz” .
Ningún agravio se cobija en mi espíritu, todo lo he soportado y todo lo he olvidado, gustando y degustando la infinita emoción que me prodigó el pueblo de Santa Cruz, que al empuje de los bastardos de la política y de la confabulación organizada por la canalla, me recibió en sus brazos. Yo sentí profundamente la emoción del pueblo de Santa Cruz, sentí que era mi ser, mi familia, mi hogar, mi cariño y mi pasión, sentí esa emoción y conocí esa verdad y la emoción me hizo saber que ese es el pueblo que marcó nuestro itinerario de nación y marcó el rumbo de nuestra historia. El mismo pueblo, generoso, intuitivamente justiciero, inconmensurablemente noble, que protagonizó nuestra emancipación, que realizó la gesta libertadora, que forjó la organización nacional, que es vanguardia en todas las conquistas y en todos los sacrificios. La Emoción me hizo reafirmar que como es el pueblo en toda su verdadera revelación, en toda su intimidad, en toda su proyección. Y sentí, entonces, como era el pueblo que fue en pos de sus reivindicaciones sociales, políticas y económicas. Como era el pueblo que acompañó a Alem para defender con sangre la voluntad del pueblo en los atrios de Balvanera y El Parque. Como era el pueblo que vibraba en el verbo de Aristóbulo del Valle; como era el pueblo que una y cien veces se jugó junto a Hipólito Yrigoyen, como era el pueblo que se alzó como bandera de redención partidaria en la actitud de Lebenshon, como era el pueblo que formó una muralla de voluntades en febrero de 1958. Esa emoción y ese conocimiento me compensan con creces de la ingratitud que encierra el doloroso episodio que pretendió avasallar en Santa Cruz el orden constitucional.
Miremos hacia mañana ……mucho es lo que debemos hacer para Santa Cruz y para la Patria. No podemos desperdiciar el tiempo en actitudes estériles y en cuestiones individuales, Santa Cruz, la Patria, el pueblo, deben ser los términos precisos y preciosos de las preocupaciones comunes. Dejemos atrás en la noche oscura todo aquello que no nos traiga luz de verdad, de justicia y de trabajo. Dejemos atrás lo no sirve ni es útil para construir el futuro.
Reconfortado mi espíritu con el calor afectivo de este pueblo que en horas críticas demuestra la nobleza de corazón que es su atributo inapreciable y su galardón, retomo el ritmo en el punto en quedó interrumpido.
Aquí estoy en plenitud del ejercicio de mis deberes y derechos de mandatario.
Con la mirada en el porvenir, la confianza en Dios y al amparo de nuestra gloriosa enseña, y éste, nuestro bendito escudo; sigamos adelante: por el progreso de Santa Cruz, la felicidad de sus habitantes y los gloriosos destinos de la Patria amada..

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