UN MERECIDO RECONOCIMIENTO
Escribo la presente en el cumplimiento de mi sentir, de mis convicciones como argentina y como hija. Pero además lo hago como una obligación moral. Se cumplen cincuenta años de la asunción de mi padre, Dr. Mario C. Paradelo, quien el 1° de mayo de 1958, juraba como Primer Gobernador Constitucional de la Provincia de Santa Cruz, a la vez que el Dr. Arturo Frondizi lo hacia como Presidente de la Nación Argentina.
Su tarea como gobernador estuvo principalmente abocada, entre otras cosas, a la organización institucional de la provincia, la educación, la seguridad y la salud pública; obras sanitarias y viviendas, la organización del Consejo Agrario y el Poder Judicial, dotando también de edificios a la Legislatura, y a todas las reparticiones públicas que había creado; luchando permanentemente por el respeto de las instituciones democráticas y la industrialización de la provincia con obras de envergadura, como la instalación de un complejo petroquímico a instalarse en Puerto Deseado.
Pese a todo ello, debió soportar la injusta conjura de dirigentes con representación legislativa y otros, que veían con recelo y sospecha que la visión de futuro de mi padre no concordaba con los intereses mezquinos que mantenían, y que aún mantienen, a Santa Cruz alejada de los planes de desarrollo que por esos años se delineaban para el resto de la Argentina.
Un sentido recuerdo para: mi madre, María Virginia Marcó de Paradelo, que con tanto orgullo y vocación, acompañó a mi padre en todas las instancias de su vida política; y a mi hermano el Dr. Pedro Cayetano Paradelo (Tano), de vida digna y austera, poseedor de un abnegado patriotismo, quien siguió luchando por los altos ideales de mi padre que fueron: “…que el pueblo santacruceño alcanzara con dignidad mejores formas de vida y que su creciente presencia fuera mojón indestructible de soberanía…”.
Agradezco a Dios haber heredado los ideales de mis antepasados que hoy descansan en la Paz del Señor. Sueño con esperanzas que todos los sectores de la sociedad recuperen el auténtico sentido nacional.
Juana R. Paradelo
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